Desde la formación de las Trece Colonias, la expansión territorial fue clave a la configuración de Estados Unidos. Los territorios ganados en la Guerra Mexicano-Estadounidense (1846–48) extendieron el país de costa a costa. Al establecer nuevos territorios y estados, se desplazó a las naciones nativas y sus tierras mediante tratados, aunque también por medios coercitivos, compras y guerras.
Las Guerras Indias de la década 1870 fueron terreno de entrenamiento para el personal militar de EE.UU. que participaría en la Guerra de 1898 y la Guerra Filipino-Estadounidense. Veintiséis de los treinta generales que sirvieron en Filipinas entre 1898 y 1902 habían adquirido experiencia en las campañas contra los nativos americanos en el oeste del país. De hecho, el gobierno de EE.UU. en Filipinas, Cuba y Puerto Rico se modeló a partir de las políticas diseñadas para restringir o eliminar los derechos de los nativos americanos.
Muchos políticos poderosos pensaban que la toma de territorios en ultramar transformaría a EE.UU. en líder mundial. En 1898, tras décadas de presencia angloamericana en Hawái, y mientras Cuba luchaba su última guerra de independencia, los encargados de las políticas navales y los legisladores presionaron a favor de la expansión de EE.UU. en el Caribe y el Pacífico.