1898 Exhibición

Preludio al imperio

Desde la formación de las Trece Colonias, la expansión territorial fue clave a la configuración de Estados Unidos. Los territorios ganados en la Guerra Mexicano-Estadounidense (1846–48) extendieron el país de costa a costa. Al establecer nuevos territorios y estados, se desplazó a las naciones nativas y sus tierras mediante tratados, aunque también por medios coercitivos, compras y guerras.

Las Guerras Indias de la década 1870 fueron terreno de entrenamiento para el personal militar de EE.UU. que participaría en la Guerra de 1898 y la Guerra Filipino-Estadounidense. Veintiséis de los treinta generales que sirvieron en Filipinas entre 1898 y 1902 habían adquirido experiencia en las campañas contra los nativos americanos en el oeste del país. De hecho, el gobierno de EE.UU. en Filipinas, Cuba y Puerto Rico se modeló a partir de las políticas diseñadas para restringir o eliminar los derechos de los nativos americanos.

Muchos políticos poderosos pensaban que la toma de territorios en ultramar transformaría a EE.UU. en líder mundial. En 1898, tras décadas de presencia angloamericana en Hawái, y mientras Cuba luchaba su última guerra de independencia, los encargados de las políticas navales y los legisladores presionaron a favor de la expansión de EE.UU. en el Caribe y el Pacífico.

Poder naval

Muchos responsables de las políticas públicas de Estados Unidos acogían la teoría del poder naval: la capacidad de acceder a los mares y controlarlos para beneficio económico y militar. Pero era más fácil decirlo que hacerlo. Después de la Guerra Civil (1861–65), la Marina había decaído y para 1886 solo tenía 38 buques activos. Sin embargo, a raíz de la crisis que siguió a la depresión económica de 1893, el Congreso y la rama ejecutiva instituyeron una enérgica política de construcción de buques a fin de impulsar la economía mediante el comercio ultramarino.

Entre 1897 y 1898, la Marina construyó 88 naves para lograr una impresionante flota de 160 buques, desde nuevos acorazados y torpederos veloces hasta viejos buques blindados y cruceros de madera. Sin esta fuerza marítima superior, EE.UU. no habría sido capaz de sostener una guerra en ultramar contra una potencia imperial importante. Durante la Guerra de 1898, este nuevo poderío naval le ganó sus victorias decisivas contra España.

Cuba

Ya para 1826, la mayoría de los países en la América hispana habían luchado guerras de independencia. En Cuba, sin embargo, las clases poderosas permanecieron leales a la Corona española, que prometió protegerlas, junto con la economía azucarera, de una revolución como la que encabezaron los esclavizados en Haití (1791– 1804). Esto cambió en 1868 al estallar la primera de tres guerras de independencia, motivada por los nuevos aranceles impuestos por España, que habían afectado la economía cubana. El descontento social y una creciente conciencia nacional entre los cubanos alimentaron un ímpetu formidable que culminó con la tercera Guerra de Independencia Cubana (1895–98).

Mucho antes, Estados Unidos ya era el principal comprador y refinador del azúcar cubana, y tenía interés especial en la prosperidad de la isla. En 1896 los estadounidenses leyeron con horror que España tomaba represalias contra Cuba “reconcentrando” a decenas de miles de campesinos en pueblos fortificados que terminaron devastados por el hambre y las enfermedades.

La misteriosa explosión y hundimiento del USS Maine en el puerto de La Habana el 15 de febrero de 1898 se debió posiblemente al incendio de unas calderas, pero muchos en EE.UU. culparon a España. El 25 de abril comenzó la guerra. Con ayuda de los rebeldes cubanos, EE.UU. derrotó a España y rebautizó el conflicto como “Guerra Hispano-Estadounidense”.

¿República o imperio?

El 15 de febrero de 1898, el USS Maine explotó y naufragó en el puerto de La Habana, costando la vida a más de 260 marinos. Muchos periódicos de Estados Unidos se apresuraron a culpar a España de la tragedia. El titular del World preguntaba: “El Maine, ¿explosión por bomba o torpedo?”. Mientras, el del New York Journal afirmaba: “Destrucción de buque de guerra Maine obra de un enemigo”.

“¡Recordad el Maine!” se convirtió en el grito unificador para la guerra, soslayando a los que disentían. Una junta investigativa naval de EE.UU. concluyó que una mina española había causado la explosión, y el 25 de abril de 1898 EE.UU. declaró la guerra a España. Tras un cese de fuego en agosto, EE.UU. inició las negociaciones del tratado de paz. En el país surgió un debate en torno a la propuesta de anexarse Puerto Rico, Guam y Filipinas, todas colonias españolas. Los opositores pensaban que con esto la república se convertiría en imperio. La Liga Antiimperialista surgió como principal voz disidente. Algunos de sus miembros apoyaban los derechos de los pueblos de ultramar, pero otros temían que la “mezcla racial” degradaría la “raza anglosajona”. Estos debates luego incluyeron la anexión de Hawái y la mayor intervención militar de EE.UU. en Filipinas tras negarse a reconocer la independencia de dicho país.

Hawái

La reina Lili‘uokalani (1838–1917) se convirtió en la primera mujer monarca de Hawái el 29 de enero de 1891 y se ganó el respeto tanto de los kānaka maoli (hawaianos nativos) como de los gobernantes extranjeros. Sin embargo, heredó un trono socavado por los poderosos colonos angloamericanos, cuyos intereses comerciales influían en los asuntos locales. Buscando restablecer la primacía de la monarquía hawaiana que había regido desde que Kamehameha I unificó el archipiélago en 1810, la reina presentó una nueva Constitución el 14 de enero de 1893. Tres días después, sus opositores —con ayuda militar de EE.UU.— dieron un golpe de estado y la tomaron prisionera, forzándola luego a abdicar. La “República de Hawái” quedó establecida el 4 de julio de 1894.

El 7 de julio de 1898, el Congreso de EE.UU. aprobó una resolución conjunta para anexar Hawái, culminando más de un siglo de amenazas al archipiélago por países como EE.UU., Francia, Alemania, Gran Bretaña y Japón. Por estatuto, la “República de Hawái” recibió el nuevo nombre de “Territorio de Hawái” el 30 de abril de 1900, y se convertiría en estado en 1959. Hasta hoy, muchos kānaka maoli consideran ilegal la “resolución conjunta de anexión” y cuestionan la legitimidad de la estadidad hawaiana, viéndola como una ocupación.

Puerto Rico

Después de 1826, Puerto Rico y Cuba eran las únicas colonias españolas en América. Los puertorriqueños reclamaban reformas, pero España coartaba esas aspiraciones con un dominio político férreo. En 1868, los separatistas organizaron una insurrección armada, el Grito de Lares, y proclamaron la independencia, pero las autoridades españolas suprimieron la revuelta. En adelante, la mayor parte de la clase política isleña abogó por la autonomía. En 1897 la lucha rindió frutos al emitir España la Carta Autonómica, con amplios poderes políticos, administrativos y económicos para Puerto Rico. No obstante, el 25 de julio de 1898 la carta quedó invalidada con el desembarco de las tropas de Estados Unidos por el pueblo de Guánica.

En general, los puertorriqueños acogieron bien el cambio de la soberanía española a la estadounidense en 1898, esperando más libertades civiles, prosperidad y modernización. Luego, en el contexto de la Primera Guerra Mundial (1914–18), EE.UU. otorgó la ciudadanía estadounidense a los puertorriqueños y estableció un senado elegido por voto popular.

Puerto Rico eligió por primera vez a su gobernador en 1948, y en 1952 una nueva constitución redefinió el estatus de la isla como Estado Libre Asociado. La Constitución fue aclamada como un acuerdo bilateral entre Puerto Rico y EE.UU., pero el Congreso estadounidense retuvo plena autoridad legislativa sobre la isla, y aún la tiene.

La cultura de consumo

En Estados Unidos, la Guerra de 1898 inspiró un dinámico mercado de mapas, objetos y juegos de mesa que se vendían como entretenimiento y para elevar el orgullo nacional. En los juegos podían conquistarse territorios y puntos de abastecimiento. Al leer la prensa diaria, el público podía seguir la pista a las campañas militares con mapas interactivos. En las tarjetas coleccionables y otras novedades se usaron retratos para presentar a los líderes militares como héroes.

La Guerra de 1898 acabó en cuestión de meses, pero la producción de objetos de consumo continuó hasta las primeras décadas del siglo XX, sobre todo los libros sobre las “nuevas posesiones”. Con el tiempo, las publicaciones y otros productos confirmaron la idea de que la Guerra de 1898 fue un triunfo en la historia de EE.UU. y que evidenció la fuerza militar, la expansión territorial y el poder político del país.

Filipinas

Los filipinos llevaban dos años rebelándose contra el dominio español cuando Estados Unidos derrotó a la flotilla española en la bahía de Manila el 1 de mayo de 1898. Muchos filipinos, en especial los habitantes de la isla de Luzón, declararon oficialmente su independencia el 12 de junio de 1898 y continuaron su rebelión contra España con gran éxito. En julio, cuando el Ejército de EE.UU. inició una campaña en Filipinas, los filipinos creyeron que este los ayudaría en su guerra de independencia. Los españoles, que habían estado renuentes a rendirse ante sus súbditos “coloniales”, se rindieron a EE.UU. en una batalla “simulada” el 13 de agosto de 1898.

Mediante el tratado de paz posterior a la Guerra de 1898, España vendió Filipinas a EE.UU. por $20 millones. Como en el caso de los puertorriqueños, los cubanos y los chamorros (nativos de las islas Marianas, incluida Guam), los filipinos no estuvieron representados en las negociaciones de paz. Desde 1899 los filipinos llevaron a cabo una guerra de resistencia contra EE.UU., denominada Guerra Filipino-Estadounidense. Aunque EE.UU. se proclamó vencedor en 1902, la lucha persistió hasta la Batalla de Bud Bagsak en 1913, pero las hostilidades continuaron por más tiempo. Filipinas no logró su independencia hasta el 4 de julio de 1946.

Guam

En 1898, tras 300 años de colonización española, la isla de Guam pasó a ser, y continúa siendo, territorio de Estados Unidos. Guam forma parte del archipiélago de las Marianas en Micronesia, en la ruta marítima de 7,000 millas entre San Francisco, California, y Manila en Filipinas. El puerto natural de Guam la convirtió en una estación carbonera esencial para abastecer los barcos de vapor en 1898. El primero de los 38 gobernadores de la isla designados por EE.UU., Richard P. Leary, comenzó en su puesto el 7 de agosto de 1898.

Treinta y dos líderes isleños presentaron en 1901 una petición a EE.UU. para reclamar un gobierno civil y la ciudadanía estadounidense, objetando al gobierno naval. A lo largo de los años se organizaron más de siete otras peticiones. En 1950, el presidente Harry S. Truman firmó la Ley Orgánica de Guam y el gobierno naval dio paso a uno civil, con un gobernador designado por el presidente de EE.UU. hasta 1970, cuando los residentes empezaron a elegir su gobernador. No obstante, dado el estatus de Guam como territorio no incorporado de EE.UU., la isla permanece sujeta a la plena autoridad legislativa del Congreso de EE.UU.

Hoy, EE.UU. mantiene en Guam instalaciones militares que impiden el acceso a casi un tercio de la isla por parte de sus poblaciones guameña y chamorra (pueblo indígena de las islas Marianas).

La codificación del imperio

La Guerra de 1898 terminó con la firma del Tratado de París por España y Estados Unidos el 10 de diciembre de 1898. EE.UU. obtuvo la soberanía sobre Puerto Rico, Filipinas y Guam, y prometió a Cuba el derecho a la independencia tras un período de ocupación militar.

Mientras EE.UU. asumía el control de estas islas y se anexaba Hawái, el debate sobre su condición de imperio continuó, sobre todo durante la elección presidencial de 1900. Theodore Roosevelt defendió la ocupación de Filipinas y en 1901 escribió que si los blancos “tuvieran el deber moral de abandonar Filipinas, nosotros también tendríamos el deber moral de abandonar Arizona a los apaches”. Para sus opositores, el colonialismo contrariaba los principios fundacionales de EE.UU. No obstante, ambos grupos debatían las consecuencias de incorporar pueblos de distintas razas, idiomas, religiones y culturas a los sistemas político y social de EE.UU.

Las decisiones del Tribunal Supremo en 1901, en los llamados Casos Insulares, justificaron el poder del Congreso sobre las “nuevas posesiones” y la aplicación selectiva de las protecciones constitucionales en tierras ahora definidas como “territorios no incorporados”. La constitucionalidad de los Casos Insulares y el marco colonial que establecieron aún se debaten hoy.